19 de enero de 2012

El cinéfilo 2.0 y su crimen contra la (in)humanidad

Sea para quienes no tenemos un cine a pocos minutos de nuestra casa, o bien no tengamos un videoclub con películas con decente calidad tanto en imagen como en variedad de títulos el Internet es el único lugar donde podemos encontrar cintas de nuestro interés. Duela o incomode a tradicionalistas, los cinéfilos del siglo XXI ya somos más de ver en la pantalla 16:9 de nuestra laptop que de hacer fila en las taquillas de los multicines. En mi caso cómodamente en un sillón o en la cama, a la par de un litro de cerveza o un vaso de whisky entre hielos. Soy más etílico que palomitero a la hora de ver películas.

Gracias a los torrents y a los servidores de descarga directa como Rapidshare, Fileserve, el recién clausurado Megaupload entre otros pude acceder (además de títulos conocidos de Hollywood) a las filmografías desde Chaplin, Hitchcock, Bergman, la Nouvelle Vague francesa, clásicos a blanco y negro o tecnicolor a películas de diversas partes mundo, de aire underground e independiente y otros buenos títulos que salen recientemente los cuales no tienen tanta difusión; que a veces ni llegan a las tiendas de video. Ese medio ha sido nuestra cinemateca, de lo contrario hubiera sido difícil y costoso acceder a esas películas que se empolvan en estantes o caen en el olvido tras estrenarse en festivales.

Ante la polémica de la Ley SOPA, el gobierno norteamericano está tomando prácticas orwelianas para clausurar esos portales en pos de los derechos de autor (o más bien de franquicia). Ya que esos sitios evitan tanto a casas disqueras como productoras cinematográfica a seguir ganando más dinero del que les ingresa. Tanto proveedores como usuarios de esos portales de Internet ahora figuramos como nuevos enemigos públicos, pese a que a criminales de cuello blanco como los que generaron la crisis inmobiliaria que se propagó por el mundo aún siguen sueltos e impunes bronceándose en alguna isla del Caribe o del Pacífico Sur.

La verdad no soy de los que buscan vivir lucrando con la piratería de películas como de seguro lo haría Jack Sparrow hoy. En gran parte pues que el gusto no es de mayorías y en mi caso soy más de organizar tandas cinéfilas con amigos o en solitario que andar por la calle vendiendo DVD’s de mala calidad. Si tengo afición por algún cineasta o una película en particular no me duele desembolsar dinero por algún DVD original como acto de veneración al cineasta por su trabajo y también consideración a la industria local, aunque dure más de un año en lanzar un DVD tras el estreno de una película nacional. Algo pesa la conciencia.

La gradería de sol de la cinefilia se ve afectada por estas medidas que se hacen llamar preventivas, pero que sería un paso importante para totalizar el Internet. No sé los críticos o entendidos a sueldo que no tienen que preocuparse por sus pases de cortesía o descuentos en los videoclubes, pero el cinéfilo 2.0 está por entrar en una época oscurantista donde el conocimiento está siendo más restringido y privatizado. En estos momentos se está peleando una guerra encarnizada en Internet por parte del grupo Anonymous contra las webs gubernamentales que nos quieren recetar su SOPA. Hace más de un año no era tan dependiente de las redes sociales comparado a hoy, hace cinco el Internet no me era tan primordial y ver ahora.

Recomiendo una interesante entrada que me encontré de una cinéfila 2.0 en donde hace una buena analogía del tema. Todo esto está dando para hilar fino.