15 de julio de 2011

El Potter de Cuarón


Hace un poco más de diez años, vagaba en una librería en Cartago ojeando títulos y portadas. Di entonces con una edición en pasta dura de un chiquillo anteojudo, el cual iba volando en escoba sobre un castillo. Se trataba de la Harry Potter y Piedra Filosofal, el primer libro con el que una otrora madre soltera que vivía de la caridad publicó para ganarse la vida. Ese día me costó tres mil colones (unos seis o siete euros) y no me imaginaba que casi un año después le adaptarían una película, lo cual le daría popularidad encareciendo los libros de Rowling al igual que una manufacturación de productos en serie que saldrían de fábricas del tercer mundo.

Hoy en día J.K. Rowling ya no debe apelar a la lástima (ni mucho menos preocuparse por su calidad literaria) para ganarse la vida, pues tiene más fortuna que la misma monarquía británica. En tanto a mí ya más crecido no niego haber disfrutado de la heptalogía de Harry Potter, aunque sería de idiotas negar que hayan letras y autores más dignos de leer propias del mundo real en qué vivimos. Si bien la algarabía se fue diluyendo al crecer, no me negué a ver las siete películas estrenadas antes de hoy. Ya más exigente y quisquilloso en criterio, es posible que entre toda la seguidilla de ocho películas haya una que valió la pena el boleto. Mientras que medios de comunicación, revistas y centenares de blogs por Internet hablarán hasta los codos sobre HP and the Deadly Hallows 2 (2011), al igual que suele hacerse con cada estreno en masa; me dignaré en comentar el trabajo con el que el Alfonso Cuarón hizo con el tercer tomo de la saga.

Antes del que el mexicano le valiera mierda la fanaticada de Harry Potter, necia y quisquillosa cuando la película omite alguna parte del libro, el norteamericano Chris Columbus fue quien adaptó (más complaciente) las dos anteriores partes. Hoy digo que esas películas son una fotocopia descarada una de la otra, ñoñas como cualquier película de Disney. Quizá porque los productores se preocupaban por las críticas de supuesto satanismo en el mago estudiante (JA-JA sarcástico) que recibió de la Logia de Vagabundos, Pederastas y Santulones que son los sectores conservadores en el Vaticano. Conveniente quizá para atraer a la familia en masa, pero en las siguientes partes (progresivamente más tenebrosas) esa tendencia debía cambiar a toda costa.


Cuarón tiene un currículum muy opuesto al de Columbus, mientras este se iba por una temática familiar, el mexicano era un trasgresor nato al lado de sus cuates Guillermo del Toro y Alejandro Gonzales Iñarritú. Borró entonces cualquier rastro de ñoñería haciendo cambios muy drásticos en escenografía, vestuario y argumento incluso. Lo que desataría la ira fundamentalista de los “talibanes de Harry Potter” (en palabras de Cuarón hacia los fanáticos). Pero a la larga muchos se lo agradecieron, ya que los directores de los siguientes tomos de la saga caminarían por ese sendero y no en el de Columbus.

En Harry Potter y el Prisionero de Azkaban (2004) vemos un ambiente más adulto, el cual sin embargo no busca excluir a los menores. Tan oscura se vislumbra que el infaltable partido de Quiddicht (jugado a todas luces en las anteriores partes), se ve asediado por una relampaguéate tormenta; donde tanto la lluvia como los dementores van desmembrando cualquier el ambiente de calidez. También entre otras cosas, la película se prestó mucho para la experimentar, buscando mostrar personajes como gente más real. Más humanos y menos forzados en sus sensaciones. Es por eso que los escasos minutos donde participa Gary Oldman, quizá sea la mejor actuación de todas esas películas; muy por encima a las horas de rodaje de un actor malo como Daniel Radcliffe.

El Prisionero de Azkaban sería la última película de la franquicia a la que John Williams le compondría la banda sonora. Tal vez por lo mismo, nos da una buena musicalización que distingue bastante de las anteriores (muy hechas al copy + paste). Predominan mucho los sonidos medievales, dando un aire más siniestro en especial de la escena del coro de las ranas (Double Trouble) sacado de las primeras páginas de Macbeth; obra maldita de Shakespeare. La verdad eEcho bastante de menos la música de Williams; sustituida por los ritmos despampanantes de Patrick Doyle, las muy tenues melodías de Nicholas Hooper y una más equilibrada composición de Alexander Desplat.

Otra cosa que distingue al mexicano de Columbus es como se desenvuelve la imagen. Mientras que con Columbus predominaban los ambientes cerrados, Cuarón da bocanadas de aire fresco al grabar bastante en exteriores. Hubiera querido trabajar con su paisano, el genial director de fotografía Emmanuel Lubezki. Aún así se lograron muy buenas escenas como el memorable vuelo de Harry con el hipogrifo. Esta escena de minuto y medio para mi es quizá, mejor que las dos películas de Columbus juntas.

No se si habrá quien le de crédito a Alfonso Cuarón. Más de un productor le propuso dirigir las siguientes películas. Por suerte se negó, ya que de lo contrario nos hubiera privado de una joya como lo es Children of Men (2006). El que es sin embargo, su último largometraje a la fecha. Se habla de un proyecto de ciencia-ficción llamado Gravity, el cual ha tenido bastantes problemas en encontrar un reparto comercial que se adapte a una película de autor. Igual no estaría de más que volviera a dirigir otra cinta en su país.

2 comentarios:

  1. Pues desde mi punto de vista de lectora de Harry Potter, y haber visto las películas también, pero sin todo ese conocimiento que se vé que vos sí tenés, coincidimos en que para mí esta es la preferida. Se nota muchísimo la diferencia con el resto.
    Veremos qué tal esta última cuando pase el tumulto.

    Saludos!

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  2. ¡Y es A. Cuarón! Ahí está la diferencia. Gracias amigo, por sus comentarios en mi blog. ¿Es usted de Cartago?

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