
Hay muchas circunstancias en las cuales una película llega a ser de culto, tarde o temprano. Puede ser por marcar un miedo colectivo, como lo hizo The Exorcist en 1973 a sus espectadores ante una inminente presencia demoníaca (escondida entre los fotogramas) . De igual manera por ganar popularidad entre grupos frikis, a títulos como Star Wars o Star Trek; de la cual deriva en una rentable mercadotecnia. También por conseguir aceptación por parte de una generación, que se siente identificada por lo que tratan ciertas películas. Aquí podemos citar a Easy Rider (1969) y The Breakfast Club (1985), vivos reflejos de su tiempo.

Ese culto se puede ganar por una repercusión negativa. Es el caso de Edward D. Wood (1924 – 1978). Contemporáneo de legendarios cineastas como Alfred Hitchcock, John Ford, William Willer o el mismo Orson Wells (a quien admiraba); Ed Wood ganó notoriedad por la mala calidad de sus películas (en parte debido por los bajos presupuestos que tenía para realizarlas). Esa mala fama llegó a un punto que en 1978 The Golden Turkey Awards lo consideró como el peor director de cine de la historia. Tim Burton lo homenajeó con una película biográfica en 1994, protagonizada por su fetiche Johnny Depp. Esto entonces hace despertar un interés a cierto grupo de espectadores, en saber de Ed Wood, de su fama de hacer pésimas películas y de que tan malas eran. Hoy en día Bride of the Monster (1955) o Plan 9 from Outer Space (1959) son insignia de la Serie B de la época y hay quienes hoy las buscan en videoclubes o en descargas por Internet.
Hay películas que se ganaron el título de culto por marcar un antes y un después en una época. Pasó en 1968 con 2001: A Space Odyssey, ciencia ficción hecha por Stanley Kubrick. Antes de ella las películas de ciencia ficción eran producciones baratas, las cuales no se trabajaba mucho en los decorados y efectos. Pero con 2001 se marca un inicio en el desarrollo de efectos especiales, ambientes más elaborados y una temática más profunda (aunque también prestada para lo chabacano y simplón como se ve en la actualidad). 2001 innovó mucho en la forma de hacer películas que se tenía hasta entonces, sin embargo nadie dio mucho crédito en esa época. En su estreno no fue de llenar las boleterías, aburrió a productores y espectadores por la complejidad del tema y el ambiente denso en el se desarrolla. Pero poco a poco contó entre sus muchos seguidores, a una juventud sedienta de psicodélica y críticos y cineastas que la rechazaron en su comienzo; entendiendo la importante repercusión que tenía la película de Kubrick a posteridad. Semejante vivencia pasó con Blade Runner (1982), opacada en su estreno por E.T. del blockbustero Steven Spielberg. Desapercibida durante 10 años se popularizaría gracias al auge del Internet y al interés de los fanáticos del Cyberpunk, que también podrían en los pedestales a títulos como Matrix (1999) y animes japoneses como Ghost in the Shell (1995).

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