La primera vez que vi un filme en la Cinémathèque Française pensé, solo los franceses… solo los franceses pondrían un cine dentro de un palacio.
La película era Shock Corridor de Samuel Fuller. Sus imágenes eran tan poderosas que era como estar hipnotizado. Tenía 20 años y eran fines de la década de 1960. Había venido a Paris por un año a estudiar francés. Pero fue aquí en la Cinémathèque donde recibí mi verdadera educación. Me uní a lo que esos día era como una francmasonería… la francmasonería de los cinéfilos, a lo que llamaríamos los fans del cine.
Yo era uno de esos insaciables, de los que siempre encontrarías sentado cerca de la pantalla. ¿Por qué nos sentamos tan cerca? Tal vez porque queríamos recibir las imágenes primero, cuando aún eran nuevas… aún frescas. Antes de que se las hubiera retransmitido de fila en fila, de espectador en espectador. Hasta que desgastada, del tamaño de una estampilla… regresara a la cabina de proyección.
Tal vez la pantalla era un escudo, que nos protegía a nosotros del mundo. Pero hubo una tarde en la primavera de 1968 cuando el mundo explotó a través de la pantalla.
Fue Henri Langlois quien creó la Cinémathèque. Y fue porque le gustaba mostrar filmes en vez de dejarlos que se pudrieran en una bóveda. El mostraba cualquier filme. Bueno o malo, mudo, de vaqueros, suspenso… y todos los cineastas de la nouvelle vague venían aquí a aprender su arte. Aquí es donde nació el cine moderno.
Langlois había sido despedido por el gobierno, y parecía que cada amante del cine en Paris había salido a protestar. Era nuestra propia revolución cultural… y así fue como conocí a Theo y a Isabelle.
Mathew.
La anterior es una voz en off con la que empieza The Dreamers (Los Soñadores, 2003). La última película hasta la fecha del laureado cineasta italiano Bernardo Bertolucci, director de la oscarizada The Last Emperor (1987). Como en Dos en Carretera (1967), ya había visto esta película hace un buen tiempo. Ahora la vuelvo a saborear y confieso que me sabe mejor que antes.
Me veo muy identificado con el personaje de Michael Pitt, un introvertido cinéfilo que comenzará a desenvolverse a la par de sus nuevos amigos: Theo (Louis Garrel) e Isabelle (Eva Green), un par de hermanos gemelos de aires beatniks, los cuales comparten un vínculo muy estrecho en cuerpo y mente; lo que no será indiferente para Mathew (Michael Pitt).
La convivencia de Mathew con Theo e Isa se basa en una desconexión de lo que ocurre alrededor. Solo las discusiones sobre política, música y cine serán de interés inicial al confinamiento que se dan en la casa de los hermanos. Mathew irá observando escenas que en un principio lo escandalizarán, pero posteriormente irá rompiendo tabús hasta hacerse parte de ellos. Se pone en la pantalla todo el libre albedrío y rebeldía, que se comenzaba a oler para el tiempo de los personajes.
Su realizador entonces trata en lo posible de llevar todos esos detalles a imagen. En escenografía, locaciones e interpretación; a tal punto que Eva Green hace mérito de pertenecer a esa década. Tan guapa como impertinente (sin ocultar flaquezas) como las actuaciones de Anna Karina. Igual es el personaje de Louis Garrel, quien completa el dueto bohemio al que se sumará Michael Pitt.
La película no solo es un tributo a la nouvelle vague, sino además del mejor cine de aquellos años. Se ven numerosas semblanzas a realizadores clásicos: Nicholas Ray, Howard Hawks, Orson Welles, Charles Chaplin, Ingmar Bergman, Francois Truffaut, el mismo Godart y muchos otros. El trío cinéfilo de Theo, Isa y Mathew harán alarde de ese buen cine como parte de ellos mismos, en sus despreocupados días de mayo, que para el resto de Francia sería cualquier cosa menos un mes tranquilo.
De ésta manera en forma paralela a la realidad de los personajes, el filme muestra el ambiente que comenzaba a convulsionar a Francia en ese histórico Mayo de 1968. Un año agitado también en el resto del mundo. Mathew huele ese aire caldeado en las calles parisinas, pero su mentalidad apolítica no le permite llevarse entre esa corriente; a la que Theo e Isa si se dejan arrastrar como el resto de franceses.
The Dreamers no se deja intimidar por los censores y las miradas escandalizadas. Psicodélica y libre como la música de Jimmy Hendrix y Bob Dylan (y la nostálgica de Edith Piaf) que se oye dentro del filme, para emular al trio de Bande a part en correr campantemente por el gigantesco museo de Louvre.
Me veo muy identificado con el personaje de Michael Pitt, un introvertido cinéfilo que comenzará a desenvolverse a la par de sus nuevos amigos: Theo (Louis Garrel) e Isabelle (Eva Green), un par de hermanos gemelos de aires beatniks, los cuales comparten un vínculo muy estrecho en cuerpo y mente; lo que no será indiferente para Mathew (Michael Pitt).
La convivencia de Mathew con Theo e Isa se basa en una desconexión de lo que ocurre alrededor. Solo las discusiones sobre política, música y cine serán de interés inicial al confinamiento que se dan en la casa de los hermanos. Mathew irá observando escenas que en un principio lo escandalizarán, pero posteriormente irá rompiendo tabús hasta hacerse parte de ellos. Se pone en la pantalla todo el libre albedrío y rebeldía, que se comenzaba a oler para el tiempo de los personajes.
Su realizador entonces trata en lo posible de llevar todos esos detalles a imagen. En escenografía, locaciones e interpretación; a tal punto que Eva Green hace mérito de pertenecer a esa década. Tan guapa como impertinente (sin ocultar flaquezas) como las actuaciones de Anna Karina. Igual es el personaje de Louis Garrel, quien completa el dueto bohemio al que se sumará Michael Pitt.
La película no solo es un tributo a la nouvelle vague, sino además del mejor cine de aquellos años. Se ven numerosas semblanzas a realizadores clásicos: Nicholas Ray, Howard Hawks, Orson Welles, Charles Chaplin, Ingmar Bergman, Francois Truffaut, el mismo Godart y muchos otros. El trío cinéfilo de Theo, Isa y Mathew harán alarde de ese buen cine como parte de ellos mismos, en sus despreocupados días de mayo, que para el resto de Francia sería cualquier cosa menos un mes tranquilo.
De ésta manera en forma paralela a la realidad de los personajes, el filme muestra el ambiente que comenzaba a convulsionar a Francia en ese histórico Mayo de 1968. Un año agitado también en el resto del mundo. Mathew huele ese aire caldeado en las calles parisinas, pero su mentalidad apolítica no le permite llevarse entre esa corriente; a la que Theo e Isa si se dejan arrastrar como el resto de franceses.
The Dreamers no se deja intimidar por los censores y las miradas escandalizadas. Psicodélica y libre como la música de Jimmy Hendrix y Bob Dylan (y la nostálgica de Edith Piaf) que se oye dentro del filme, para emular al trio de Bande a part en correr campantemente por el gigantesco museo de Louvre.
FICHA ARTÍSTICA
Nombre: The Dreamers (Los Soñadores)
Año: 2003
Director: Bernardo Bertolucci
Guión: Gilbert Adair
Actores: Michael Pitt, Eva Green y Louis Garrel.
Países: Gran Bretaña, Francia e Italia.
Idioma: Inglés y francés.
Duración: 115 minutos.
Que buena película es esta y que buen blog, me gusta la descripción del mismo donde se señala con honestidad las intenciones del mismo, sin ninguna pretensión erudita o critica
ResponderEliminarYa que te leí una publicación, te leo dos. Y como todos los que me conocen saben, esta es una de mis películas favoritas. Porque tiene lo que hace a las obras maestras, que es algo alejado de una enciclopedia: es la sensibilidad justa, capaz de trasladarnos más allá de la pantalla. Acá, uno se siente un observador cercano a la historia, y no un vecino que la ve por TV.
ResponderEliminarLuego, sí, todo suma. Y THE DREAMERS tiene para sumar un largo rato.
Una exquisitez de película, espeluznantemente identificable para todo cinéfilo.
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