Las montañas vistas desde Frailes, 2012 (Foto Marco Méndez) |
Desde el distante pueblo de San Francisco de León Cortés son alrededor de dos horas y media caminando entre la montaña y bordeando alguno que otro potrero, contemplando vistas espectaculares El clima estuvo perfecto por lo que no fuimos muy afectados con la humedad. Aún por lo largo de la caminata, ésta no es tan brusca pues las subidas se alternan entre bajadas y senderos más planos. El último tramo antes de llegar a la cima es el más duro por empinado y enlodado del sendero.
Arriba hace bastante frío, aún en días soleados. Por lo espeso de la montaña en su lado oriental no se ve mucho desde ahí. Todo lo contrario es del lado oeste, que es una área muy empinada donde crece monte ralo. Desde ahí se ve hasta el mar en el litoral pacífico. Pero en otra montaña cerca, a treinta minutos de caminada bordeando el precipicio de Los Cuarteles se puede ver parte del país. Hasta las montañas y volcanes del Valle Central.
Frailes de Desamparados, 25 de febrero del 2011.
En
otra ocasión me
referí brevemente sobre ésta montaña. Una cumbre en forma de
Volkswagen la cual se le conoce con varios nombres como Caraigres,
Dragón, Fila de Bustamante, La Mujer Dormida o Los Cuarteles. Así
la llamamos en mi localidad. Tiene aproximadamente 2506 metros de
altura sobre el nivel del mar. Está ubicado entre los cantones de
Aserrí y Acosta, a la vista y alcance de los distritos rurales de
Desamparados al sur del Valle Central. Forma parte de las estribaciones de la Cordillera de Talamanca y tiene una reserva forestal la cual es abierta para caminantes y campistas(1).
Subiendo el cerro bordeando los potreros, 2011. (Foto Jona Calderón) |
Caminar
al cerro es mi 2 de agosto de cada año. Un viaje donde se comulga
con lo verde durante un fin de semana. Romería ardua que es ajena a multitudes, pero cercana a familiares y
amigos. Para subir a la montaña generalmente se emplean dos rutas.
Una es por el lado de La Legua de Aserrí, de largo ascenso y suele
ser frecuentada aventureros del Área Metropolitana por su
cercanía(2).
Otra ruta más al sur es cerca a San Francisco de León Cortés, más
corta de trayecto y duración alrededor de dos a tres horas de
caminata. Es la ruta que camino desde 2011, año en que subí a la
montaña por primera vez.
En
esos viajes la época ideal son los meses de época seca que abarcan
de diciembre a marzo. El clima es impredecible, pero en esa época
son menos probable los aguaceros. Partimos generalmente sábado desde
Frailes alrededor del medio día. Tras apurados preparativos
colectivos e individuales horas antes en la mañana. Comida,
transporte, abrigo, techo, utencilios… Toda la menudencia que será
de vital ayuda en la fría cumbre boscosa donde se montará el
campamento. Debe ser suficientemente ligera para una caminata
de dos horas y media sobre un sendero de cómodas planicies con
irregulares ascensos y descensos. No hay agua en la cima ni en el
trayecto, por lo que se debe cargar al menos dos litros por persona para los dos
días. La cámara no puede faltar para quienes somos obsesionados con
el paisaje y los recuerdos.
Luego
de 45 minutos llegamos a las afueras de San Francisco de León Cortés
para doblar en un cruce ascendente. El camino de lastre nos lleva a
la entrada del sendero en la montaña. Se descarga el equipaje
distribuyéndonos equitativamente el peso, para incursionar en la
primera cuesta del sendero. Tan empinada como la última. Es uno de los dos ascensos más duros de
la caminata, como si quisiera dar una bienvenida con coscorrón a los
montañistas que llegan. No es mucho rato caminando cuesta arriba,
pues alternamos un llano para descender nuevamente y repetir el
proceso.
El último tramo del sendero a la cima, oculto entre los árboles, 2011. (Foto Oscar Méndez) |
Éste
sendero de impredecible trayecto se adentra en la
montaña y bordea abiertos potreros. Entre los robles y árboles de
encino se respira un aire fresco el cual se va helando a medida que
se acerca a la cima. En los potreros nos muestra un paisaje de filas
montañosas adornadas con bancos de nubes. En mi primer viaje tuvo un
clima muy soleado, los cual nos deparó vistas espectaculares
mientras subíamos; haciendo un par de descansos de rigor. En las siguientes caminatas el clima fue diferente y nos
sumergió entre nubes, privándonos de observar el paisaje. Aún así no deja de ser una gran experiencia dentro del viaje.
Una última parada antes de emprender el ascenso más arduo del sendero.
Generalmente un trayecto algo inclinado y lodoso por la constante
nubosidad que bordea la cima. La pasé muy mal la primera vez que lo
subí. Iba muy desordenado de carga y tenía un pésimo
acondicionamiento físico. No fue agradable tener calambres ni
quedarse rezagado del grupo. Fue una lección bien aprendida para las
siguientes caminatas a la montaña. Desde entonces evito llevar
equipaje como vendedor ambulante y llevo la carga en un rústico
bulto de yute, manufacturado en La Lucha. Al mismo tiempo que se
trata de caminar regularmente para mantener la condición. Sobran los trillos y caminos.
Tras
un merecido descanso por la satisfacción de llegar a la cima se
emprende la importante labor de levantar el campamento. En cuestión
de media hora las tiendas están listas, junto con una carpa con la
función de cocina-comedor. A pocos minutos de ahí hay un mirador en
donde se contempla el lado oeste del cerro. Muy diferente a la
oriental, con poca vegetación y una ladera casi vertical de muchos
metros. Una delicia para los escaladores. No he tenido el chance de
contemplar desde un atardecer por la nubosidad vespertina, habitual
pero no permanente en la montaña. Es pura lotería llegar a la
montaña con la cima despejada. En la noche no queda más que
calentar los víveres, comer y hablar junto al fuego antes de dormir.
Parte de la vista desde la cara occidental. Con el clima despejado se puede contemplar el litoral Pacífico, 2014. (Foto Marco Méndez) |
Un
último café antes de preparar el regreso. La carga ya es más
liviana pues está en nuestros estómagos o consumida por la fogata. El
descenso de la montaña no es tan cansado como subirla, salvo cuando
se queda corto de agua. En cuestión de dos horas volvemos al punto
de partida. Un año emprendimos otra ruta diferente para regresar,
pero casi nos perdemos y duramos casi cinco horas en llegar al punto
de encuentro con el transporte en La Legua. A pesar de la ansiedad,
fue toda una experiencia recorrer lugares a los que difícilmente
volvamos a caminar. Potreros laderosos, cafetales semi abandonados,
altos precipicios y distantes comunidades con caminos recién
asfaltados. Costa Rica es limitada de territorio para tan variada geografía.
Excelente narrativa!
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